Lic. Aldana Constanzo- Fund. Aiken
Cuando alguien cercano a un niño o una niña muere se abre un mundo de preguntas, más allá de cómo haya sido la muerte, la desaparición física de la persona querida es un momento de cuestionamiento para grandes y para chicos.
Muchas veces escuchamos a personas que frente a estas situaciones afirman que “los niños y las niñas no entienden lo que sucede, no se dan cuenta”, “no hace falta explicarles demasiado”, “no le digamos nada así le evitamos el dolor”, “no lloremos frente a ellos, así no se preocupan”, y algunas otras ideas que no favorecen un buen acompañamiento del niño o niña en duelo.
En general no nos han formado sobre cómo hablar con ellos sobre la muerte; nosotros mismos, los adultos, tenemos dudas y muchas veces no sabemos cómo actuar. Por eso recomendamos tener en cuenta lo siguiente cuando hablamos con niños y niñas sobre este tema:
- Si se dan las oportunidades, puede ayudar hablar de la muerte antes de que el niño/a se vea emocionalmente involucrado en una situación de duelo.
- Aprovechar situaciones como la muerte de un pájaro, el marchitar de una flor o al pasar frente a un cementerio.
- Es recomendable no delegar la explicación de la muerte del ser querido en un familiar o en un vecino. Si es posible, los padres son las mejores personas para hablar de esto con sus hijos.
- Es importante contestar las preguntas con sinceridad y si el adulto no tiene respuestas, que no tema decirlo.
- De ser posible, no decir cosas de las cuales tenga que retractarse más tarde.
- Es mejor explicar la muerte con verdades cortas de acuerdo a la edad cronológica, intelectual y emocional del niño/a midiendo lo que puede asimilar y necesita saber y no decir todo de una vez.
- Es recomendable no ligar la muerte con el sueño (ya que de allí pueden derivar trastornos del dormir) ni tampoco relacionarla con un viaje que puede interpretarse como una situación de abandono.
- Es importante usar la palabra muerte y eliminar eufemismos “Se nos fue”, “Se fue de viaje”, “Está descansando”. Esto podría causar confusión, angustia y temor en los niño/as.
- En niño/as pequeños/as es fundamental reforzar la irreversibilidad de la muerte y no dar pie a falsa expectativas de retorno.
- Si el adulto ha sufrido la misma pérdida, es importante que no esconda su dolor. Expresar los sentimientos habilitará al niño/a para que también lo haga. Los adultos son los referentes y ejemplos para ellos también en la forma de manejarse con las emociones.
- Darle la oportunidad al niño/a de hablar de la persona que se murió y ser receptivo con sus preguntas, tristeza u otras emociones.
Además de las recomendaciones anteriores, existen cuatro conceptos básicos acerca de la muerte, formulados por David J. Schonfeld, y Marcia Quackenbush, que resulta importante tengamos presente. No debemos olvidarnos que los procesos cognitivos de los niño/as atraviesan distintas etapas y que algunos conceptos – que pueden ser «obvios» para los adultos – en los niño/as requieren de tiempo, procesamiento y, muchas veces repetición, para que sean finalmente adquiridos.
Según los autores, estos cuatro conceptos son los siguientes:
1) La muerte es irreversible
En los dibujos animados, programas de televisión y películas, los niño/as ven que los personajes se “mueren” y luego vuelven a la vida. En la vida real, esto no va a suceder.
Los niño/as que no entienden completamente este concepto pueden ver la muerte como un tipo de separación temporal. Con frecuencia ellos piensan que las personas que han muerto están muy lejos, posiblemente en un viaje.
A veces los adultos refuerzan esta creencia hablando de que la persona que murió “partió en un viaje largo”. Es posible que los niño/as se sientan molestos cuando su ser querido no los llama ni vuelven para las ocasiones importantes.
Si los niño/as no piensan en la muerte como en algo permanente, entonces tienen muy pocos motivos para empezar a llorar por la pérdida de alguien. El duelo es un proceso doloroso que requiere que las personas adapten sus lazos con la persona que ha muerto. Un primer paso esencial en este proceso es la comprensión y, en algún punto, aceptar que la pérdida es algo permanente.
2) Todas las funciones vitales terminan completamente en el momento de la muerte
Los niño/as muy pequeños ven todas las cosas como seres vivientes; su hermana, un juguete, la piedra mala que “los hizo tropezar”. En las conversaciones cotidianas, los adultos pueden aumentar esta confusión al hablar acerca de la muñeca que tiene hambre o cuando dicen que llegaron tarde a casa porque el auto “murió”.
El juego imaginativo en los niño/as es natural y apropiado. Pero, mientras que
los adultos entienden que hay una diferencia entre jugar a que la muñeca tiene hambre y creer que la muñeca tiene hambre, es posible que esta diferencia no esté clara para un niño/a muy pequeño.
Es posible que los niño/as sepan que las personas no se pueden mover después que han muerto, pero creen que esto se debe a que el ataúd es muy pequeño. Es posible que sepan que las personas no pueden ver después de morir, pero creen que esto es debido a que bajo tierra es oscuro.
Estos niño/as pueden preocuparse por el sufrimiento físico del difunto.
Cuando los niño/as pueden identificar correctamente lo que son las funciones vitales, también pueden entender que estas funciones cesan completamente en el momento de la muerte. Por ejemplo, sólo las cosas vivientes pueden pensar, asustarse, tener hambre o sentir dolor. Sólo las cosas vivientes tienen un corazón que late, o necesitan de aire para respirar.
Por ejemplo, primero se les puede decir a los niño/as que la persona ha muerto. Que su cuerpo ya no piensa, no siente ni ve. Que todo el cuerpo de la persona ha sido colocado en un ataúd y se ha enterrado.
En algunas creencias, el adulto puede explicar luego que hay una parte especial de la persona que no se puede ver ni tocar, a la cual algunas personas le llaman espíritu o alma, y que esta parte continúa existiendo en un lugar que nosotros no podemos ver ni visitar, que se llama cielo.
3) Todo lo que está vivo muere al final
Es posible que los niño/as crean que ellos y los que los rodean nunca morirán. Los padres siempre tranquilizan a los niño/as diciéndoles que siempre van a estar allí para cuidar de ellos. Les dicen que no se preocupen de que vayan a morir. Es comprensible este deseo de proteger a los niño/as de la muerte. Pero cuando la muerte afecta directamente a los niño/as, ya no se les puede ocultar esta realidad. Cuando uno de los padres u otra persona muy querida ha muerto, es usual que los niño/as tengan el temor de que las otras personas cercanas a ellos, tal vez todos aquellos a los que quieren—también morirán.
A los niño/as, al igual que a los adultos, les cuesta trabajo encontrar el sentido a una muerte. Si ellos no entienden que la muerte es una parte inevitable de la vida, cometerán errores mientras tratan de entender por qué ocurrió esta muerte en particular. Es posible que supongan que ocurrió a causa de algo malo que ellos hicieron o que dejaron de hacer. Pueden pensar que ocurrió porque ellos tuvieron malos pensamientos. Esto les hace sentir culpabilidad.
Ellos pueden suponer que la persona que murió hizo o pensó cosas malas, o que no hizo algo que él o ella debía hacer. Esto les hace sentir vergüenza.
Muchos niño/as no quieren hablar de la muerte porque va a poner al descubierto estos sentimientos de culpa y de vergüenza.
Cuando hable con los niño/as acerca de este concepto, déjeles saber que usted está bien, y de que está haciendo todo lo que puede para mantenerse saludable. Explíqueles que usted espera vivir por un tiempo muy largo, hasta que sus hijos sean adultos. Esto es diferente a decirles a los niño/as que usted o que ellos nunca se van a morir.
4) Hay razones físicas por las que una persona se muere
Los niño/as deben de entender por qué murió su ser querido. Si los niño/as no entienden el motivo real por la que su ser querido ha muerto, es muy probable que se les ocurran explicaciones que causan culpabilidad o vergüenza.
Se puede contar que órgano se vio dañado o sufrió alguna enfermedad y por eso dejó de funcionar para que puedan comprender que hay razones físicas reales por las que una persona muere.
El objetivo es ayudar a que los niño/as sientan que entienden lo que ha sucedido (hay situaciones como el suicidio que puede requerir un nivel más profundo y complejo de explicación). Los detalles gráficos no son necesarios y
se deben evitar, especialmente si la muerte fue violenta.
Como adultos responsables del crecimiento y la salud psíquica y emocional de los niño/as, debemos tener en cuenta que necesitan ser escuchados, sentirse protegidos, con posibilidad de expresar lo que sienten, piensan y se preguntan; necesitan un adulto que les muestre que es esperable sentir dolor frente a la muerte de un ser querido, que no hace falta hacer de cuenta que “todo está bien”, que llorar y expresar emociones ayuda a procesar la pena, que la vida y las sonrisas pueden continuar a pesar del dolor y sobre todo que la persona que murió seguirá presente en sus recuerdos por siempre.
La capacidad de transitar un duelo saludable y la resiliencia que puede generarse en cada niño/a es algo frecuente, existente y esperanzador; por más que la muerte haya sido trágica, inesperada, con aviso o impensada, si un niño/a está bien acompañado, SIEMPRE PUEDE VOLVER A SALIR EL SOL.
Lic. Aldana Di Costanzo.
Psicóloga especialista en duelo. Fundadora de Fundación Aiken.
Acompañamiento psicológico para la niñez, la adolescencia y la familia en duelo.